Slasher en el que un grupo de adolescentes que se prepara para la fiesta de graduación empieza a ser asesinado en una escuela secundaria de Ohio. Más allá de las limitaciones argumentales y de lo esquemático del guión, el film invita a la simpatía. La presencia de Jamie Lee Curtis, las descaradas escenas de baile de música disco y el hecho de ahondar modestamente en la angustia adolescente son argumentos suficientes para convertirlo en un pequeño clásico del subgénero. Los cinco asesinatos no son demasiado gore, aunque ponen mucho énfasis en las dilatadas secuencias de persecución. En el prólogo agrega una muerte ocurrida seis años antes en el que el brillo de la luz de la fotografía le da a la escena una cualidad inquietante.
La película tiene problemas al tratar de ensamblar la trama de venganza con la dinámica del policial de misterio. El prólogo termina dando demasiada información como para tener demasiados sospechosos. De allí que todo el segmento del psicópata que escapa del manicomio resulte estéril, que la primera hora acuse la falta de asesinatos y que algunas escenas no puedan evitar caer en el terreno de la telenovela. Los personajes tampoco invitan a la simpatía. Pero la falla más notable es que se termina tomando la historia demasiado en serio. Tanto Halloween (1978) como Friday the 13th (1980) tenían cierto minimalismo en su construcción y una indudable filiación con la simpleza del género de terror que aquí está ausente. Además, la escuela no es un lugar tan aterrador como las calles vacías de un suburbio o un bosque alejado. Pero allí aparece las escenas de música disco para relativizar todos los problemas de la trama y el dibujo de personajes. Es un elemento que pone al film en su verdadero terreno y su insistencia hasta el final es el único factor que logra mantener la atención. Paul Lynch no es muy hábil para generar suspenso, sostener la trama o visualizar los asesinatos. El primer asesinato está resuelto en cámara lenta. El segundo parece más una secuencia de acción y el tercero recurre a una prolongada persecución carente de tensión. Sólo para destacar el hecho de que el asesino no es esa entidad cuasi sobrenatural que Carpenter presentó. Es golpeado, se cae y corre como una persona normal.