Comedia dramática en la que un grupo de amigos en pareja se reúne para una cena en la casa de uno de ellos y deciden jugar a compartir todos los mensajes que lleguen a sus celulares en Roma. La película fue un inmediato suceso de repercusión en Italia y generó una ola de remakes alrededor del mundo. Hay que reconocer que el material de partida es excelente. Pero al mismo tiempo el film se vuelve muy dependiente del guión. La puesta en escena de Paolo Genovese anula muchos de sus méritos. Tener siete personajes sentados alrededor de una mesa es un reto, pero Genovese no puede salir de los suaves movimientos de cámara laterales y los cambios de parejas. Obviamente todo es muy burgués y las revelaciones no ofrecen mayores consecuencias. Lo que sí hay que reconocerle a la película es la vuelta a una práctica habitual de la época de oro del cine italiano: la pluralidad de guionistas y la repartición de labores entre argumentistas (soggetto) y guionistas (sceneggiatura), cinco en este caso (Filippo Bologna, Paolo Costella, Genovese, Paola Mammini, Rolando Ravello). De a poco el cine italiano va dejando el oscurantismo de la era Berlusconi.