Cuento de terror en el que un vampiro se muda a Alemania en 1838. La primera adaptación (no acreditada) de Dracula (1897) de Bram Stoker es una pesadilla expresionista en la que el conde tiene un aspecto monstruoso (cara blanca, calvo, orejas grandes, dedos largos) y duerme en un ataúd repleto de ratas y tierra. Sus apariciones valen todo el film. La incompatibilidad con la luz solar, ausente en la novela, es un aporte que se mantendrá en casi todas las películas de vampiros.