Policial en el que un ex detective de una aseguradora no puede crear nueva memoria y busca al asesino de su esposa en Los Angeles. El gran mérito de Nolan es situar al espectador en la mente del protagonista a través de una novedosa estructura narrativa (el film está narrado hacia atrás) de manera que siempre “aparecemos” en un lugar que no conocemos. Es imposible predecir dónde y cómo seguirá la trama. Si bien a veces el recurso tiende a la confusión gratuita (la historia paralela en blanco y negro, las distintas duraciones de los intervalos, los inserts silenciosos de flashbacks), el film mantiene la atención en todo momento. El propósito de Nolan es narrar una historia de crimen y venganza de forma original alterando algunas reglas narrativas del cine e indagando desde qué lugar se cuentan las historias. Pero da la impresión de que a veces está tan pendiente de los detalles que la perspectiva general se pierde. La ambigüedad de la resolución tal vez sea demasiado optimista. La planificación juega mucho con el off visual. El teleobjetivo siempre busca el gesto de los actores (no es un thriller habitual). La banda sonora de David Julyan de extrañas y sutiles sonoridades dimensiona la mente del protagonista y las situaciones. La ambientación en Los Angeles, con sus bares y autopistas sigue siendo el lugar ideal para el film noir contemporáneo: The Big Lebowski (1998) y Mulholland Dr. (2001). En la resolución, nunca un freno de un automóvil fue tan literal y metafórico a la vez. Nolan, como Fincher y Shyamalan, puede ser uno de los nombres a tener en cuenta en el cine americano de género de la década de 2000.