Thriller de acción en el que un policía busca a los asesinos de su esposa e hijos en New York. El film toma elementos de recientes éxitos del cine de acción: el prólogo y el carácter del protagonista de la serie Bourne, el diseño visual oscuro de Sin City (2005) y las alucinaciones demoníacas de Constantine (2005). Pero llega tarde y mal. El resultado es más cercano a la vulgaridad, estupidez y la absoluta falta de imaginación de The Punisher (2004). A John Moore no le pidamos que filme personajes, emociones o sentimientos. Ni siquiera espacios, acciones o arquitecturas. Sólo distancias, perspectivas y angulaciones. La trama que involucra a una droga alucinógena para soldados, un laboratorio con negocios sucios, asesinatos y corrupción policial; mejor olvidarla. Después Mark Wahlberg deja en claro que lo suyo son los papeles secundarios, Mila Kunis, ni sexy ni graciosa (sólo un crédito), Olga Kurylenko como siempre es un elemento decorativo y el malogrado Beau Bridges no debió abandonar el retiro. En ningún momento el film encuentra conexión con los personajes. Eso sí, la bullet time es llevada al colmo del slow motion y la nieve digital que adorna New York es muy bonita. Pero lo mejor es el rugido del protagonista después de tomar la droga. Es sorprendente lo rápido que se agotan las ideas en el cine de Hollywood.