Psycho thriller en el que un asesino mata mujeres en las oscuras calles de New York. El film es cruel, truculento y provocativo, pese a que el ritmo pausado prioriza el retrato de personaje. La personalidad del asesino se ve reflejada en el fetichismo de los maniquíes que lo lleva a cortar el cuero cabelludo de las víctimas, su obsesión con preservar la belleza y su perturbador trauma con su madre muerta. Los monólogos interiores que indagan en la locura pueden sonar algo artificiales, pero que resultan fundamentales para perfilar al personaje. El momento en que el protagonista se despierta en su habitación, el pasaje por el cementerio y la escena en que los maniquíes cobran vida son expresiones del más puro horror.
Lustig trata de ir un poco más lejos en el retrato de un asesino. Ya sea por la caracterización del personaje, por la actuación de Joe Spinell, por las referencias al cine de autor (Buñuel, Fellini, Lang), por el grado de estilización de los asesinatos o por el realismo de la puesta en escena. De hecho el film puede verse como un resumen y la culminación del cine exploitation sobre asesinos seriales de la década de 1970. La tipología de las víctimas es abarcativa en ese sentido: parejas jóvenes, prostitutas, enfermeras y modelos. Lustig hace un excelente uso de la cámara subjetiva, de los primeros planos y de los planos detalles que indefectiblemente conectan con el giallo italiano. La secuencia en el subte resulta brillante en este sentido. La sorpresiva mirada a cámara del asesino a través del espejo es el momento más escalofriante del film.