Cuento de terror en el que la hija de un arqueólogo es poseída por un espíritu maligno en New York. El film no se define entre la historia de fantasmas o la dinámica de la casa encantada. La materialización de la amenaza es demasiado ambigua. El resultado es apático. Ya sabemos que Fulci recurre a primeros planos y a planos detalle de los ojos, pero cuando insiste en ellos sin poder conectarlos con panorámicas o travellings, estamos en problemas. Lo único para destacar es el gore en las secuencias de muertes y la goblinesca partitura de Fabio Frizzi.