Nueva adaptación del comic de Superman, en la que un niño extraterrestre es enviado a la Tierra y se convierte en un superhéroe. Bajo la sombra del éxito reciente de la trilogía de The Dark Knight (2005-2012), Warner hace otro intento (fallido) de explotar los derechos que tiene sobre los personajes de DC Comics para enfrentar las múltiples franquicias de Marvel (ahora bajo el paraguas de Disney). Si hablamos del mercado y no de la película es porque estas maniobras son lo primero que aparecen en las imágenes que nos llegan. Zack Snyder es otro terrorista de la imagen que ya ni siquiera intenta disimular que tiene algo que decir y mostrar como en Watchmen (2009). Y es que un personaje y una historia como los de Superman ofrecen tan pocas posibilidades a un guionista o director de tomarse las cosas en serio que nada bueno puede salir de allí. Como resultado tenemos un creciente papel a la historia del planeta de origen de Superman, una utilización degradante de los flashbacks, unos personajes dibujados a las apuradas y unas actuaciones que jamás encuentran el tono. Por allí se utilizan ciertas terminologías como refugiados o tierra prometida para darle mayor pretensión al producto. Pero lo cierto es que no puede disimular el hecho de que la película se convierte en un enfrentamiento de Superman y las fuerzas armadas de los Estados Unidos contra la amenaza externa. Repugnante de por sí. Ya para los últimos 45 minutos lo único que queda es un despliegue apocalíptico de destrucción de bites en la pantalla que lo único que consiguen es que el espectador cierre los ojos para comprobar que la oscuridad brinda más confort y belleza que la no – imagen de Warner – DC Comics – Snyder.