Drama en el que a un escritor le proponen rehacer el guión de una película mientras enfrente una crisis matrimonial en Roma. Cinco personajes (el escritor, su mujer, el productor, la traductora y el director Fritz Lang) bailan al ritmo de las contradicciones, los deseos y el amor al cine. Jean-Luc Godard plantea un esquema de autorreferencialidad y de búsqueda de caminos (índices) que se repetirá en el cine de las próximas décadas más allá de los avances tecnológicos. Las intenciones de recrear la convivencia hombre – mujer o mujer – hombre y de llegar hasta las últimas consecuencias sólo encuentran, en el final, la necesidad de silencio.
Le mépris es un caso único en la historia del cine. Una rara conglomeración de factores permitió que esta película se realizara. Una coproducción internacional con claras intenciones comerciales pero a su vez con una libertad artística inusitada. La presencia de Brigitte Bardot, Michel Piccoli y Fritz Lang (interpretándose a sí mismo) bajo las órdenes de un joven pero ya establecido Jean-Luc Godard dan como resultado una película tan fascinante como extraña. Resulta significativo que el film arranque con un personaje quejándose por el cierre de una sala de cine. Ya en 1963, apenas consumada la modernidad cinematográfica (que el propio Godard ayudó a llevar a cabo) el cine inicia su senda descendente. La adaptación de la novela de Moravia que hace Godard es bastante fiel (más allá del cambio de nacionalidad de los personajes y la oportuna presencia de la traductora), pero el film gana en consistencia al concentrar buena parte de los problemas de la pareja en la larga escena en el departamento en que viven donde la continuidad espacio temporal le otorga una particular densidad emocional al conflicto. Antes y después la película es Godard puro: citas constantes, desinhibido uso de la música, travellings armoniosos, colores primaries en la fotografía y los personajes en constante movimiento conforman una coreografía constante del pensamiento.