Cuento de misterio en el que un empleado de una aseguradora investiga la muerte de un compañero de trabajo en Praga en 1919. Inspirado en la obra de Franz Kafka. La dualidad de la fotografía (blanco y negro para el mundo de los vivos y color en el mundo de los muertos) y la interpretación de Jeremy Irons (perdida, sombría, egoísta) son los únicos atractivos de la película. Porque el tono perturbador, la angustia del hombre y los horrores del siglo XX de la obra de Kafka se pierden en la dirección efectista de Steven Soderbergh, en los extraños sucesos (la aparición de zombis) y en el apunte final de un castillo. Es como si Soderbergh después de Sex, Lies, and Videotape (1989) ya se cree el nuevo Orson Welles y se siente autorizado a rehacer el film más demandante de su carrera, Le procès (1962).