Comedia dramática en la que una adolescente queda embarazada y decide dar su hijo en adopción en Minnesota. Luego de un debut moderadamente simpático pero en el fondo fallido, Jason Reitman extrema sus postulados indies para lograr un resultado mucho más orgánico. Más allá de un guión repleto de citas-diálogos inteligentes, de una banda sonora que colecciona canciones del rock & roll – folk indie y del aire Wes Anderson que se cuela por todos los planos, Reitman encuentra el corazón de la historia y los personajes en un puñado de escenas: la confesión de Juno a sus padres del embarazo (y su posterior reacción), la pelea con su novio porque él sí va ir al baile de promoción y la declaración de amor del esposo de la futura madre de adopción. Momentos en los que la protagonista descubre los límites de su capacidad para enfrentar la situación. En ese sentido las referencias al rock y el cine de terror cumplen una función afectiva de miedo y fascinación. La riqueza interior del personaje de Juno (escucha punk, le gusta Dario Argento, fantasea con los shorts de chicos) es acorde a la interpretación de Ellen Page, que ya nos había sorprendido en Hard Candy (2005). Si a fin de cuentas persiste cierto sustrato conservador y la resolución se esfuerza por ser conciliadora, al menos la película es honesta en sus pretensiones. Jason Reitman empieza a despegarse de la cómica herencia de su padre y puede ser un director a tener en cuenta.