Cuento de terror en el que dos chicas van a la casa de campo del padre de una de ellas y son atacadas por un asesino que maneja una camioneta en Francia. No hay duda de que la película está inspirada en la larga tradición del slasher americano y en la estética cruda y dura del cine de terror de la década de 1970. Es una especie de versión francesa de The Texas Chainsaw Massacre (1974). Pero Alexandre Aja es suficientemente inteligente para mantener la tensión durante todo el relato, para no caer en pinceladas de humor innecesario y para esconder de forma efectiva los clichés. El film queda como uno de los mejores exponentes del cine de terror francés de la década de 2000. A través de una constante sensación de pesadilla que se sostiene en un guión siempre al borde del inverosímil (la película arranca con un sueño, el asesino aparece cuando la protagonista está acostada y ella se convierte en una impotente espectadora durante buena parte de la historia) y de una impresionante utilización de los sonidos (las canciones románticas o melodías reiterativas que acentúan la incomodidad, los constantes ruidos de la naturaleza), Haute tension logra incomodar en todo momento. Si a eso sumamos un diseño visual oscuro y sombrío (excelente uso del formato panorámico), la fotogenia de la Cécile de France con pelo corto y unas secuencias de gore radical (la decapitación en la escalera y la escena de la motosierra en el auto), la película supera las expectativas. El único reparo es el giro de la resolución. Por un lado recurre al lugar común de la esquizofrenia y por el otro desperdicia la historia de amor horrorosa. Aja puede ser un nombre a seguir. Craven ya lo fichó para su debut en Estados Unidos (lo que no necesariamente es algo bueno).