Cuento de terror en el que un niño llega a un orfanato en medio de la nada a finales de la guerra civil en España en la década de 1930. El film es una mezcla de melodrama gótico y thriller sobrenatural que puede ser visto como una particular versión terrorífica Au revoir les enfants (1987) de Louis Malle. Del Toro combina hábilmente su particular imaginería visual barroca con el conflicto de los adultos fracturados y los niños víctimas de la situación. Transforma a una convencional historia de fantasmas y de apariciones en una realista tragedia humana. A la monstruosidad propia del género de terror (el fantasma que busca venganza por su muerte) le suma unos mercenarios avaros y violentos como amenaza. Las actuaciones de todo el reparto se lucen. Federico Luppi y Marisa Paredes tienen los mejores papeles y los niños no se quedan atrás (sólo Eduardo Noriega desentona). El omnipresente uso de la steadicam de la fotografía de Guillermo Navarro da una constante sensación de incomodidad y la partitura de Javier Navarrete se desataca por sus reconocibles tonalidades propias del género. La posición ambigua de Del Toro hacia el fantástico termina volcándose hacia el realismo (el plano detalle del lingote de oro que causa la muerte de uno de los personajes). El film es un conmovedor relato de supervivencia que escapa a los márgenes habituales del género de terror.