Comedia policial en la que un policía con mala suerte y dolor de espalda se somete a quimioterapia en New York. Si alguno necesitaba pruebas de la mediocridad de Tom DiCillo como realizador aquí están todas las evidencias. Porque uno puede aceptar perdedores, guiños y falta de consistencia en la historia de amor, pero ya una trama de parricidio, guión dualista del momento y fotografía de soap opera, no hay validez alguna. Para después resolverlo de la forma más sentimentaloide posible, no tiene gracia. Lástima por el bueno de Dennis Leary, la presencia del compañero Buscemi, la doctora Hurley y el solvente estereotipo Guzmán. Tal vez la frivolidad de DiCillo no sea grave, sólo falta de memoria.