Comedia fantástica en la que una empleada de una clínica abortista debe impedir que dos ángeles exiliados en Wisconsin vuelvan al cielo en un portal en New Jersey. La imagen que resume la película es el pedazo de sorete ambulante y parlante que aparece. El film es una reunión de amiguetes para malgastar metraje. No muestra ni dice nada sobre la religión (más allá de las revisiones de un Jesús negro, un dios mujer y un decimotercer apóstol), la juventud (los personajes se están poniendo viejos además) y el sexo (más allá de los constantes de chistes y comentarios del personaje de Jason Mewes) como sí hacían (mal o bien) algunos de los anteriores films de Kevin Smith. Carente de ritmo (las secuencias son largas, dilatadas, repetitivas, intrascendentes), tensión (quien haya realizado el montaje nunca escuchó de las atracciones de Eisenstein) e imaginación (visualmente es tan plana como el pubis de los ángeles). Los diálogos, sin duda un punto fuerte de Smith, empiezan a perder efecto, gracia y contacto con la realidad. La historia se toma demasiado en serio. La violencia es alevosamente elíptica. Las masacres de los ángeles no son mostradas salvo los disparos al barman. Las referencias cinéfilas muestran las limitaciones de siempre (de la boca para afuera): los maliciosos comentarios a las películas de John Hughes, las obligadas alusiones a Spielberg y Lucas y el ángel que se queja que para que un tema sea importante debe tener un film. Dogma es un paso atrás en la carrera de Smith (se tomó muy en serio a sí mismo) y la confirmación de que saca mucho más provecho de los ínfimos presupuestos.