Drama en el que un chico crece desde los seis hasta los dieciocho años en Texas. Linklater completa el proyecto más original y desafiante de su obra. A partir de un rodaje que transcurrió a lo largo de 12 años, realiza un film en el que se pueden ver los cambios y el crecimiento de los actores paso a paso sin ningún truco de montaje, maquillaje o producción. Es tal vez la apuesta más extrema hacia el realismo que ha dado su cine siempre respetuoso de la continuidad espacio temporal. La diferencia es que aquí la consigue a largo plazo y los resultados son más contundentes. Prácticamente no tiene que hacer nada más. Ni quitar ni agregar nada a la idea original. De allí que la película esté resuelta con una sencillez total, carezca de cualquier manifestación de sentimentalismo y en ningún momento recurra a grandes momentos o situaciones. La distancia que se establece entre el personaje y el espectador es mínima porque ambos estuvieron allí de forma tan real como imaginaria. Así, la larga duración del film (165 minutos) ni siquiera es un obstáculo o una molestia porque el tiempo y la memoria operan en cada instante de manera tal que lo completan y lo asimilan en un mismo momento inseparable. Destacar las transiciones, o mejor dicho, la ausencia de transiciones entre las escenas. No hay ningún cartel que avise el cambio de año o ningún plano clave que marque el principio o el final. Son los propios cambios naturales en la apariencia de los personajes / actores los que marcan la diferencia. La banda sonora incluye a Vampire Weekend, Phoenix, Wilco, The Flaming Lips y Arcade Fire.