Cuento de ciencia ficción en la que dos astronautas (padre e hijo) hacen un aterrizaje forzoso en el planeta Tierra deshabitado y hostil en el futuro lejano. Shyamalan ya no puede sostener la pérdida del favor de la crítica y el público. Si bien sigue filmando con regularidad, su posición en la industria es cada vez más precaria. Ahora se pone al servicio de un Will Smith tratando de emplear a su hijo como futuro leading man afroamericano. La película puede resumirse en los esfuerzos de un hijo por seguir el mismo camino de su padre. Nada más repugnante que la resolución que el señor Smith tiene para semejante planteo. Si muchas veces Shyamalan abusaba de la moraleja, al menos mostraba un dominio de la puesta en escena, del timing narrativo, del trabajo de los actores en provecho de la emoción y el espectáculo que compensaba sus aspiraciones de predicador. Aquí se nota que está fuera del terreno que mejor maneja (si es que ese lugar todavía existe). La utilización de los efectos especiales digitales para las escenas de acción y de persecución con animales no merecen mayor comentario. Los efectos especiales pueden expresar muchos escenarios, incluso sentimientos, pero si hay algo que no pueden dar es la sensación de peligro o amenaza. Ya sabemos que estamos en una época en la que la ruptura del personaje y el espectador ha llegado a niveles insospechados. Pero la imagen digital muerta no puede generar más que acumulación de pixeles en alteración binaria (lo que se presenta en la pantalla ni siquiera me animaría a llamarlo movimiento).
Shyamalan supo explotar el éxito de The Sixth Sense (1999), una ingeniosa variación del cuento de fantasmas que incluía un par de secuencias realmente aterradoras, con Unbreakable (2000), uno de sus mejores films. En ese momento se perfilaba como una voz personal dentro del cine de género popular y masivo. Pero a partir de allí, los planteos de terror y ciencia ficción de clase B, Signs (2002), se ven eclipsados por los requerimientos del star system. La naturaleza fantástica de sus películas muchas veces se diluye en un simple truco de guión, The Village (2004), y sus propuestas más audaces, Lady in the Water (2006), tienen el unánime rechazo de la crítica y el público. Ya para The Happening (2008) no tenía el respaldo para hacer semejante salto al vacío de negar las coordenadas habituales del género en que se inscribe. En consecuencia, Shyamalan se ha colocado en un lugar incómodo, haciendo cine fantástico para quienes no les gusta el cine fantástico. Su éxito sólo podía durar un puñado de films. Ahora deberá buscar otro camino. Y allí es donde más dudas se plantea a la vista de productos como este.